«A lo largo del año, uno intenta encontrar situaciones que presionen a tu grupo», dijo Mike Brown, entrenador de New York Knicks, tras la conquista de la NBA Cup en una atractiva final en la que su equipo venció 124-113 a San Antonio Spurs. «Este es un torneo de eliminación directa cuando llegas a cierto punto. Cada partido cuenta. Hay presión en cada partido si esperas ser quien crees que eres», agregó.
La celebración de los Knicks levantando el trofeo, con confeti cayendo desde lo alto del majestuoso estadio de Las Vegas, dejó una postal que en el Madison Square Garden anhelan desde hace más de medio siglo. Sin embargo, el verdadero objetivo pendiente es volver a conquistar el Larry O’Brien y no este certamen de mitad de temporada, aunque el reciente título puede representar una base sólida para el desarrollo y la proyección del equipo.
Los Knicks, que afrontan esta temporada con un nuevo entrenador, sostienen una base firme de jugadores y un proyecto bien estructurado, aunque por ahora no ha sido suficiente para alcanzar el máximo objetivo.
Jalen Brunson, elegido MVP de la NBA Cup, junto a Karl-Anthony Towns, Mikal Bridges, Josh Hart y OG Anunoby, ya dejaron en claro que pueden responder a las exigencias de una franquicia histórica. Sin embargo, también quedó en evidencia que ese núcleo, por sí solo, no basta para llegar a la cima.
La mejor noticia de la final de la NBA Cup para los Knicks, al margen de la victoria, fue el valioso aporte de tres de sus jugadores de rol: Jordan Clarkson, con 15 puntos y 3 de 7 en triples, Mitchell Robinson, con una enorme capacidad rebotera, y Tyler Kolek, en el mejor partido de su carrera con 14 puntos y 5 asistencias.
