«Es un deseo de volver a llevar a Ecuador a los Juegos Olímpicos de Invierno». Con esas palabras, Klaus Jungbluth, el primer ecuatoriano en competir en unos JJ.OO. invernales tras su debut en Pyeongchang 2018, anuncia su regreso triunfal casi una década después.
A sus 46 años, el guayaquileño radicado en Los Alpes suizos se prepara en Brig para cerrar su ciclo con honor en Milano-Cortina 2026, inspirando a una generación en un deporte donde Sudamérica aún busca su huella.
🇪🇨❄️ A sus 46 años, Klaus Jungbluth, el primer ecuatoriano en unosJuegos Olímpicos de Invierno, se alista para su despedida olímpica en Milano–Cortina 2026. Casi una década después, regresa para cerrar su ciclo con honor. ¡Vamos, Klaus! 💪
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— Team Ecuador (@TeamEcuador_Oly) December 16, 2025
Jungbluth forjó su pasión en un Guayaquil sin nieve: «Empecé en el asfalto», rememora. Esa base técnica lo catapultó al esquí alpino, un deporte que une pistas urbanas y montañas. Su primer ciclo olímpico lo llevó de Guayaquil a Australia, donde se clasificó para Pyeongchang. «Quise seguir promoviendo el esquí y motivando a otros», afirma. Pero la pandemia frenó su intento para Beijing 2022: las restricciones australianas lo dejaron sin nieve.
El destino giró en Suiza, su hogar desde hace tres años. «Aquí entreno de noviembre a marzo, con nieve garantizada», destaca. Enfrentó una nueva norma clasificatoria para 2026 segunda chance en Copas del Mundo de noviembre-diciembre 2025 y se reinventó con asesores eslovacos y sesiones en glaciares de altitud. En octubre, en Ruka (Finlandia), selló la hazaña: «Gracias a Dios, clasificamos».
Esta será su última danza olímpica. «La edad avanza, y 20 horas semanales de entrenamiento no cuadran con familia y trabajo por cuatro años más», confiesa con serenidad. Más allá de podios, su meta es simbólica: reflejar perseverancia. «Mis hijos ven mi esfuerzo diario. Quiero que aprendan que, con trabajo constante, se logra todo: metas personales, profesionales o familiares».
En Milano-Cortina, Jungbluth no solo compite; cierra un capítulo que abrió puertas para Ecuador en el circuito invernal. «Prefiero el frío al calor», ríe. De los trópicos a la nieve eterna, su historia grita: nunca es tarde para soñar en grande.
